Susana Giner 27 febrero, 2018

Recibí una educación intensamente religiosa, en su interpretación católica. Aunque esa versión de la realidad chirría por todas partes, yo la aceptaba (de niña era más dócil que ahora).
Alrededor de los 12 años dejé de resistirme. Un día atendí una reivindicación de mi alma y puse palabras al clamor de mi inteligencia: Dios no existe. No es necesario más que un poco de sentido crítico para darse cuenta.
Que Dios no existiera le daba sentido a todo, justo al contrario de lo que me habían inculcado.
La no-existencia de Dios explica muchas más cosas que su existencia, explica incluso que hayamos tenido que inventarlo, así que me quedo con esa hipótesis.
Ya de mayor, el empeño de los gerifaltes católicos en hacerme sentir un error de la Creación y un desorden dentro del Orden, y sus arbitrariedades e injusticias me han convertido en su fervorosa enemiga. Soy, por otro lado, una fan de Cristo y de su mensaje, si ese mensaje es el que yo creo que es.
Sin embargo, mi educación grabó en mis genes el respeto por las Imágenes Sagradas y no he visto necesario cambiar en eso, por ahora.
Hace mucho que dejé de persignarme pero no entro en la Casa del Señor con gorro, siento un hormigueo en la nuca si le doy la espalda a un altar y no asisto a oficios religiosos porque mi presencia sería blasfemia.
Creo que se recurre a las imágenes religiosas demasiadas veces con la coartada del arte porque son un recurso fácil. Cuando la falta de talento quiere escandalizar y carece de discurso, recurre a ellas: Un Cristo maricón, una Virgen puta, un cura en bolas… esas cosas siempre impactan, y es lo que se pretende.
Me parece chabacano, grosero y, sobre todo, pueril, desde un punto de vista artístico, moral y de respeto hacia los demás.
Sin embargo, las creencias religiosas son una opción personal, son totalmente superfluas, son un lujo, son íntimas y privadas. Mis convicciones y mis sensibilidades religiosas son mías y no deberían justificar nunca coartar la libertad de los demás, aunque esa libertad se ejerza de forma chabacana y pueril, y menos en un país aconfesional. Y como para mí las creencias religiosas son privadas, también pienso que no deberían existir estados no aconfesionales.
Creo que el chaval ese de Sevilla, el que subió la foto del Cristo con su cara, se lo podría haber ahorrao. Yo al meno no le veo ni pizca de gracia a la fotito, es fea de cojones y no aporta nada al Universo. Pero, incluso así, creo que está en todo su derecho de publicar esa foto.
No me gusta juguetear con las imágenes sagradas por una cuestión de sensibilidad íntima, pero me parece que viene siendo necesario empezar a cagarse en algo sagrao, porque si no acabarán poniendo hogueras en las plazas de los pueblos.

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