El domingo por la tarde, algo indeterminado me recordó a alguien. No sé qué fue, simplemente esa persona estaba allí, en mi mente. Plop. Sin sentido ni intención.
El caso es que me dio por pensar que esa persona es importante para mí, relativamente, como todo; y que me gustaría verlo más a menudo, pero vive lejos. Y me dio por pensar también que no sé si lo sabe, eso de que es importante para mí. Entonces me entraron muchas ganas de decírselo. Era tan fácil como coger el móvil y teclear un par de palabras y añadir un emoticono (nuestra relación no contempla llamarnos por teléfono) pero no lo hice, no eran horas ni, me pareció, maneras.
Seguí pensando sobre el asunto, sobre esa persona y sobre nuestra relación. Tengo la impresión de conocerle bien, en el sentido más profundo.
Sin embargo, apenas nos hemos visto y hemos tratado muy poco temas sensibles o importantes o profundos o íntimos. No sé nada de su vida ni si la comparte con alguien, no sé su edad ni si tuvo una infancia guay o jodida. En realidad, aparte de un pedacito de su alma, solo sé con certeza (y podría confundirme) sus gustos cerveceros y que de vez en cuando pilla alguna melopea. Intuyo que tenemos gustos similares, anhelos parecidos y que a los dos nos duele el mismo punto del corazón.
Conocí a esa persona en Facebook, como a tantas otras. La tecnología hace muy fácil las relaciones a distancia, no solo las hace fáciles sino que las propicia, y como tendemos al mínimo esfuerzo, nos dejamos hacer.
Pequeños gestos bastan. Guiños.
Bromeamos mucho, hacemos el burro, nos reímos y vamos forjando, así, algo que pronto podría empezar a llamarse amistad, una amistad basada en el respeto y el reconocimiento mutuo.
(Que sepas que pongo tono e intención a lo que escribes, y que te veo, por un agujerín pequeño pero te veo, y que me gustaría ver un poco más.)
El lunes por la mañana, a primera hora, le envié un beso por Whatsapp.
Ayer me despertó un Whatsapp.
Alguien me preguntaba si estaba bien, que hacía días que no publicaba nada en mi muro. De la persona que me ha escrito el whatsapp ¡¡a las 7:30 de la mañana!!, aparte de que cagarme en sus muelas, podría decir algo parecido a lo anterior. También completa mi mundo aunque no compartamos espacios físicos.
Y, qué quieres que te diga, me ha hecho ilusión pensar que quizá yo también soy relativamente importante para alguien aunque sea virtualmente.